Llevaba pantalón negro y camisa blanca.
Un pañuelo verde con pequeños arabescos anaranjados anudado al cuello le
restaba sobriedad al atuendo, más apropiado para una cena que para una tarde de
lectura casera. Que su aspecto fuera elegante no quiere decir que tuviera buen
semblante. La elegancia tiene que ir en consonancia con la expresión, y la suya
no parecía la de una mujer feliz. Los detalles difusos se iban haciendo
certeros y nítidos a medida que la distancia entre nosotros disminuía. El pelo,
siempre cuidado mientras estuvo en Ibiza, dejaba ver la raíz gris de algunas
canas, como si el tinte hubiera dejado de ser algo imprescindible. La
peluquería es una de las primeras renuncias cuando se hace un listado de
prioridades. La ausencia de
maquillaje mostraba la edad real, no la que Dior quería. Sus pasos, buscando retrasar el momento
del encuentro, se iban acortando.
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