Marie tomaba café de pie, apoyada en la encimera, analizando en silencio aquella conversación, intentando captar mis posibles intenciones ocultas. Y las de Flavio. Sentí su mirada sobre mi pañuelo de seda. La supuse especulando sobre el porqué de aquel caprichoso detalle en el cuello. Puede que a su ex marido también le gustase la seda y estuviera pensando en estrangularme con ella o puede que, simplemente, me mirara porque no había muchas otras opciones dentro de aquella cocina. Aún así, su expresión seria y escrutadora provocó en mí cierta inseguridad, igual que cuando alguien no para de mirarte la boca mientras hablas como si tuvieras un trozo de lechuga entre los dientes.
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