Después de aquella primera exposición en
la que se vendieron todos mis cuadros, la mayoría de ellos por compromiso,
descubrí que Polen era mi marchante y Flavio mi representante. Nunca llegué a
discernir las funciones de cada uno, pero ambos se atribuyeron un porcentaje de
los beneficios por realizarlas, lo que me hacía suponer que cada uno hacía
cosas diferentes por mí.
Recuerdo ver los adhesivos rojos pegados
junto a los cuadros. A cada punto rojo le iba sumando el valor de lo que iba
recaudando aquella noche. El vino hizo que perdiera la cuenta demasiado rápido,
así que dejé que fueran otros, como siempre, los que calcularan por mí.
Siempre me ha interesado más la mirada de
la gente que el dinero que está dispuesta a desembolsar.
Y así me ha ido.
Mírame bien a los ojos y contesta: ¿Me prestas diez mil euros?
ResponderEliminarPor cierto, que sepas que te seguiré odiando hasta que elimines la verificación de caracteres para los comentarios en tu blog.
Pues eso