miércoles, 7 de marzo de 2018

LEMMY

Al poco tiempo de mi llamada de emergencia, llegó caminando por el andén un tipo joven, flaco, alto y desgarbado, con el uniforme gris dos tallas por encima de la suya. Desmadejado en el andar, parecía de todo menos guardia jurado. Su imagen no imponía autoridad, por mucha porra que llevara. Lucía coleta hasta media espalda, sujeta con una goma, y patillas, tan largas que empalmaban con el bigote, haciendo una curvatura sinuosa y simétrica en la cara. La barbilla, libre de pelo, resaltaba por su color rosáceo. Tenía los ojos pequeños, chisposos, como recién fumados.
Tras ayudarme a poner la denuncia del robo, le invité a tomar un café. Resulto ser muy hablador, de esos que cogen confianza a los dos minutos. Me dijo que estaba cansado de su trabajo
─Soy segurata porque no me queda otra. En realidad, toco el bajo en un grupo, pero de momento no hemos cuajado ─dijo mientras se desabrochaba dos botones de la camisa para dejar ver una camiseta negra de los Motorhead─. Cada día, cuando vengo a currar, lo único que quiero es que acabe la jornada sin líos para irme a tocar.

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