Ugo Tognazzi |
Mi profesor de italiano es un hombre maduro, melodramático y patológicamente presumido, tanto que hace años se hizo instalar al fondo del aula un gran espejo, igual al de los bailarines, para verse reflejado durante sus clases. Dice no haber encontrado aún al hombre de su vida, por eso se hace acompañar de tres perritas que pasean entre las mesas mientras él imparte clase. No esconde su amaneramiento ni siente pudor al reconocerse adicto a la laca y a los pañuelos de seda. Mientras habla gesticula como un mal actor y no duda en aplaudirse cuando le sale una frase ingeniosa.
Dado su tono afectado, siempre he tenido la sensación de que mi italiano está contagiado de un toque gay, por lo que cada vez que voy a Italia me esfuerzo por controlar cualquier movimiento con pluma. Mi mujer dice que exagero y que no encuentra diferencia entre mi italiano y el de Vittorio Gassmann, aunque yo mismo me veo a veces como Ugo Tognazzi en 'La jaula de las locas' (1978), lo que, en el fondo, no deja de divertirme.
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