miércoles, 9 de enero de 2013

EL DESTINO

Hace unos años estuve a punto de morir. Lo evitó un estudiante de último curso de medicina que buceaba conmigo en el mismo grupo. Un fallo en mi botella de aire hizo que tuviéramos que compartir la suya mientras ascendíamos a la superficie. Ya en el barco, le di un largo abrazo y le prometí agradecérselo con algo especial. Estuve unos días pensando qué le podía regalar. Todo me parecía poca cosa, sin valor si lo comparaba con lo que él hizo por mí. Un día que me sentí inspirado se me ocurrió algo: le llamé por teléfono y le presenté a mi hija, mi tesoro más preciado y el mejor regalo que podía hacerle.
La cosa funcionó y hoy, de madrugada, me han hecho abuelo de un par de preciosas gemelas.

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