He pasado un par de semanas vendiendo artesanía de cuero en el puesto de un amigo, en una cala de Mallorca. Mi amigo es hijo de hippies; yo no. Lleva rastas y sandalias rotas; yo no. Fuma cigarrillos de liar; yo no. No tenemos nada que ver, sin embargo somos amigos desde niños.
Él se ríe de mis corbatas y yo de las uñas de sus pies. Me toca las mejillas maravillado con mi afeitado y yo le tiro del piercing de la ceja poniendo cara de grima.
He querido pasar unos días con él porque no he tenido un buen año en el despacho. A él tampoco es que le haya ido de cine porque su chica le ha dejado y se ha vuelto a Argentina. He dormido en su furgoneta cada noche y sentados en unas sillas de camping cochambrosas hemos vistos las puestas de sol acompañados de cervezas frías. Hemos hablado mucho, compartiendo problemas y soluciones. Cuando habla, él mira hacia arriba y yo hacia abajo. El sabor de la marihuana me ha llevado a otros tiempos mientras Diana Krall y Neil Diamond no se han separado de nosotros ni un momento.
Yo quiero a este tipo, sí, le quiero... es mi amigo y le quiero.
por Rafael Caunedo © todos los derechos reservados. http://rafacaunedo.wixsite.com/escritor
sábado, 17 de agosto de 2013
domingo, 11 de agosto de 2013
CRISTIANO Y MI CUÑADA
Mi
hermano mayor ha estado cinco años desarrollando un proyecto artístico en
China. Ya ha vuelto a España; lo ha hecho casado y con un hijo. Su mujer se
llama Xun Li Tao y es muy rara.
No
habla nada de español y cuando lo hace en chino parece que nos está tomando el
pelo. A mi madre le saca de quicio. Yo intento integrarla en la familia y la
gasto bromas en las comidas de los domingos, pero ella jamás se ríe. Creo que
está convencida de que soy el idiota de la familia.
Mi
hermano dice que sí, pero yo creo que no tiene sentido del humor. Esta tarde he
aparecido en su casa con unas botellas de cerveza belga para ver con él el partido del Madrid. Con el segundo gol de Cristiano, mi hermano y yo nos
hemos abrazado, y gritando nos hemos tirado a la piscina como hacíamos de
niños. Al salir del agua, escurriendo mi camiseta, he visto como Xun Li Tao me
miraba desde el porche con una ligera sonrisa. Por fin empieza a comprender
dónde se ha metido.
jueves, 8 de agosto de 2013
EL JAGUAR VERDE
Yo tengo un Jaguar verde. Ha estado conmigo
veintiséis años y jamás me ha dado un solo problema. Un día dijo que ya no
andaba más y su motor se paró para siempre. Murió en casa lejos del taller,
igual que hizo mi padre huyendo de los hospitales. Aún sigue ahí donde decidió
morir, a la sombra del sauce de la entrada, y mis hijas juegan dentro haciendo como si lo condujeran a mucha
velocidad imitando el sonido del motor, igual que yo hacía sobre las rodillas
de mi madre en aquellas mañanas de domingo junto al lago.
domingo, 4 de agosto de 2013
SEXO Y PECES
Durante
un par de años viví con una mujer a la que le gustaban mucho los peces. Eso,
unido a que le quedaba un telediario para ingresar en un manicomio, hizo que instalara
un acuario enorme como cabecero de nuestra cama. Y yo, que por entonces estaba
muy enamorado, transigí sin darme cuenta que aquello iba a suponer un desastre
en mi vida sexual.
Se
llamaba Steff, era alemana, y cada vez que hacía el amor con ella, sentía la mirada
de todos aquellos peces clavarse en mi cara. Era como estar haciéndolo frente a
un jurado. Una noche, incapaz de concentrarme, amenacé a Steff: “Los peces o yo”.
Y
aquí estoy, leyendo tranquilo en mi cama sin tener burbujitas resonando detrás de
mi cabeza.
jueves, 1 de agosto de 2013
EL CALCETÍN
Había
estado toda la noche con mis amigos y al final terminé en casa de mi novia. Sus
padres, como cada fin de semana, estaban fuera. Desperté sobresaltado
cuando el sol ya entraba por la ventana. Entonces me vino a la mente la cara de
mi padre y me levanté lo más rápido que me permitió la resaca. Ya con la
camiseta y las bermudas puestas me di cuenta de que me faltaba un calcetín.
Apurado por la hora, estuve un buen rato buscando entre el amasijo de sábanas
mientras mi novia seguía dormida, desnuda y destapada. La di un beso en el culo
y salí corriendo.
Llegué
cuando mi padre estaba programando el riego automático del jardín. Me vio
aparecer y me llamó con un gesto de la mano pidiéndome sigilo para no despertar
a mi madre. Ya frente a él dejó lo que estaba haciendo y me miró de arriba a
abajo. Yo mismo me di cuenta de que mi imagen dejaba mucho que desear. Al ver
que me faltaba un calcetín, mi padre me dijo: “¿No crees que si no te hubieras
puesto el calcetín no me hubiese dado cuenta de que has perdido el otro?”
El
calcetín jamás apareció, no sé si lo perdí antes de llegar a la casa de mi
novia o simplemente salí de casa sin él. A veces entiendo a mi madre cuando me
llama descerebrado.
jueves, 4 de julio de 2013
SIETE DÍAS
Hace unos días estuve nadando en alta mar. Una mañana, al subir al barco, me di cuenta de que había perdido mi alianza.
Ha tenido que pasar una semana para que el sol disimule la marca del anillo. Han bastado siete días y un barco para olvidarla.
DE LOCOS
La verdad es que me encanta tener amigos que estén locos. La locura, bien encauzada, tiene su punto. Hay que estar loco, pero muy loco, para sentarse en una silla frente a un ordenador y pasarse meses tecleando mientras se crea una historia. Escribir es de tarados.
Claro que la gente no sabe lo bien que nos lo pasamos. Sino, preguntar a Nicolás Melini, que se regodea al principio de su libro con el grano de un taxista. O a Alicia Huerta, que nos hace viajar por una Cantabria nebulosa. O a Geroge M. Christopher, que le ha dado por desvelar misterios mayas. O a Fernando Riquelme, del que espero se equivoque con su pronóstico futurista tan cercano. O a Juan Luis Marín, que pasea de la mano de Toledano, un tipo del que más vale no fiarse. O a Natalia Cárdenas, que nos acerca a un personaje odioso que sólo conocimos en los periódicos.
Sí, todos están como cabras, y el brillo de sus ojos les delata cuando me hablan de sus libros apoyados en la barra de un bar. A esta gente le gusta encerrarse en su mundo para que nosotros lo disfrutemos después. Ojalá sigan haciéndolo por muchos años. ¿Qué sería de nosotros sin amigos y sin libros?Bendita locura.
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