Debo reconocer que jamás despunté en esto
del arte. Era, y sigo siendo, uno de tantos artistas de tercera fila que
disfrutan pintando y a los que jamás ha venido un periodista a hacer una
entrevista. Soy artista porque pinto cuadros, no porque los venda por grandes sumas.
Mi firma nunca tuvo prestigio, pero como eran cuadros resultones, tenían buena
aceptación como decoración en las habitaciones de hoteles y en las salas de
espera de dentistas y médicos privados.
Siento decir que nunca fui buena
inversión, así que si por casualidad tienes en tu salón un Hurrinton, no te
molestes en asegurarlo.