Últimamente
cocino con jazz de fondo. La ensalada Bill Evans es una de las que más éxito
tienen en casa. La preparo acompañado de una copa de vino y una tapita de varios
quesos mientras sigo el ritmo con los pies. El jazz me da buen rollo. Ayer entró
en la cocina mi mujer para comentarme no sé qué noticia que había leído en el periódico.
Entró decidida, se puso a hablar mientras se sentaba en la encimera y, al hacerlo, dejó al descubierto sus rodillas. Entonces ocurrió. Copa de vino, Bill Evans y las
rodillas de mi mujer… No hubo noticia posible que pudiera enturbiar la combinación;
la ensalada podía esperar.
por Rafael Caunedo © todos los derechos reservados. http://rafacaunedo.wixsite.com/escritor
miércoles, 28 de agosto de 2013
domingo, 25 de agosto de 2013
EL VUELO A NY
Mi
asiento era el C-9, en ventanilla. Ya estaba sentado y con el equipaje de mano
en su compartimento cuando en el C-8 se sentó un hombre con problemas de
obesidad. Era un norteamericano que educadamente me preguntó si tenía
inconveniente en levantar el apoyabrazos que separaba nuestros asientos. Era
tal su volumen que ocupó su plaza y parte de la mía, con lo que quedé casi aplastado
contra la ventanilla. Por delante diez horas hasta llegar a Nueva York. Tenía
cara de buena persona, de suerte que cuando me pidió disculpas por la
incomodidad, no pude más que sonreírle quitándole importancia.
Durante
el vuelo quise dormirme para acortar aquel suplicio. Quedé profundamente dormido,
más por la falta de aire en mis pulmones que por cansancio, hasta el punto de
no despertar a pesar de las turbulencias sobre el Atlántico. Una de ellas tuvo
que ser especialmente fuerte porque cuando desperté, me encontré recostado
sobre mi acompañante, con la cabeza apoyada en su blanda barriga, igual que un
niño, babeando sobre la pernera de su pantalón.
Le
pedí disculpas recomponiéndome en mi asiento. Durante el viaje no hablamos, tan
sólo intercambiamos un par de disculpas, pero debo decir que fue uno de los
mejores vuelos de mi vida. Cuando la azafata anunció la llegada al aeropuerto
JFK me dio hasta pena. Fue maravilloso.
viernes, 23 de agosto de 2013
LA MOSCA
Ayer estaba al sol leyendo en el jardín cuando una mosca descarada y perseverante no paraba de posarse una y otra vez sobre las hojas, justo cuando la trama de la novela estaba en su máxima tensión. Era tal su insolencia cruzando párrafos y profanando frases que en un ataque de rabia cerré el libro atrapándola dentro. Lo hice con tal deleite que hasta sonreí de puro morbo.
Abrí después el libro descubriendo su cadáver justo encima de la palabra ‘destino’. Me pareció un buen epitafio para ella, aunque no dudé en catapultarla con los dedos varios metros hacia delante. En la hoja ha quedado una mancha como único recuerdo de su existencia, formando parte así del alma de la novela. Tal vez fuera su ‘destino’ morir de una manera tan absurda...
Abrí después el libro descubriendo su cadáver justo encima de la palabra ‘destino’. Me pareció un buen epitafio para ella, aunque no dudé en catapultarla con los dedos varios metros hacia delante. En la hoja ha quedado una mancha como único recuerdo de su existencia, formando parte así del alma de la novela. Tal vez fuera su ‘destino’ morir de una manera tan absurda...
miércoles, 21 de agosto de 2013
LAZOS CULTURALES
En
1983 me destinaron unos meses a la embajada española en Helsinki. Se trataba de
reforzar los lazos culturales con los finlandeses para atraer turismo. Y yo,
que en aquella época estaba viviendo a pleno pulmón la movida madrileña, no me
podía ir sin mis discos de Gabinete Caligari, Radio futura o Golpes bajos.
Era
febrero, y febrero en Helsinki es un mes chungo. Salir del Rockola hacía unos
días y verme de pronto en aquellas calles heladas fue algo que me afectó mucho.
Para solucionarlo quise exportar ‘la movida’ y hacer una fiesta en mi recién
alquilada casa de madera. Vinieron todos los de la embajada y bastantes
finlandeses que no había visto en mi vida y que jamás volvería a ver. Pronto
los españoles ya estábamos dando botes, bailando y cantando a voz en grito
aquellas canciones que nos llenaban de vida. Los finlandeses, mitad robots,
mitad vikingos, nos miraban sentados haciendo pandilla en una esquina.
El
agregado cultural terminó vomitando en la sauna y el embajador, guardando las
formas, le dio por esconderse en la buhardilla para hacer el amor con su mujer
recordando sus tiempos en España. Recuerdo las miradas de los fineses,
temerosos de que aquello fuera el inicio de una invasión.
Desde
aquel día, mi casa se constituyó como lugar de reunión para fiestas y partidos
de fútbol. Los lazos culturales se reforzaron, sí, pero gracias a que comencé a
salir con una cantautora finlandesa a la que conseguí una pequeña gira por los
garitos de Madrid. No era precisamente la alegría de la huerta, pero daba mucho
calorcito por las noches.
sábado, 17 de agosto de 2013
LE QUIERO
He pasado un par de semanas vendiendo artesanía de cuero en el puesto de un amigo, en una cala de Mallorca. Mi amigo es hijo de hippies; yo no. Lleva rastas y sandalias rotas; yo no. Fuma cigarrillos de liar; yo no. No tenemos nada que ver, sin embargo somos amigos desde niños.
Él se ríe de mis corbatas y yo de las uñas de sus pies. Me toca las mejillas maravillado con mi afeitado y yo le tiro del piercing de la ceja poniendo cara de grima.
He querido pasar unos días con él porque no he tenido un buen año en el despacho. A él tampoco es que le haya ido de cine porque su chica le ha dejado y se ha vuelto a Argentina. He dormido en su furgoneta cada noche y sentados en unas sillas de camping cochambrosas hemos vistos las puestas de sol acompañados de cervezas frías. Hemos hablado mucho, compartiendo problemas y soluciones. Cuando habla, él mira hacia arriba y yo hacia abajo. El sabor de la marihuana me ha llevado a otros tiempos mientras Diana Krall y Neil Diamond no se han separado de nosotros ni un momento.
Yo quiero a este tipo, sí, le quiero... es mi amigo y le quiero.
Él se ríe de mis corbatas y yo de las uñas de sus pies. Me toca las mejillas maravillado con mi afeitado y yo le tiro del piercing de la ceja poniendo cara de grima.
He querido pasar unos días con él porque no he tenido un buen año en el despacho. A él tampoco es que le haya ido de cine porque su chica le ha dejado y se ha vuelto a Argentina. He dormido en su furgoneta cada noche y sentados en unas sillas de camping cochambrosas hemos vistos las puestas de sol acompañados de cervezas frías. Hemos hablado mucho, compartiendo problemas y soluciones. Cuando habla, él mira hacia arriba y yo hacia abajo. El sabor de la marihuana me ha llevado a otros tiempos mientras Diana Krall y Neil Diamond no se han separado de nosotros ni un momento.
Yo quiero a este tipo, sí, le quiero... es mi amigo y le quiero.
domingo, 11 de agosto de 2013
CRISTIANO Y MI CUÑADA
Mi
hermano mayor ha estado cinco años desarrollando un proyecto artístico en
China. Ya ha vuelto a España; lo ha hecho casado y con un hijo. Su mujer se
llama Xun Li Tao y es muy rara.
No
habla nada de español y cuando lo hace en chino parece que nos está tomando el
pelo. A mi madre le saca de quicio. Yo intento integrarla en la familia y la
gasto bromas en las comidas de los domingos, pero ella jamás se ríe. Creo que
está convencida de que soy el idiota de la familia.
Mi
hermano dice que sí, pero yo creo que no tiene sentido del humor. Esta tarde he
aparecido en su casa con unas botellas de cerveza belga para ver con él el partido del Madrid. Con el segundo gol de Cristiano, mi hermano y yo nos
hemos abrazado, y gritando nos hemos tirado a la piscina como hacíamos de
niños. Al salir del agua, escurriendo mi camiseta, he visto como Xun Li Tao me
miraba desde el porche con una ligera sonrisa. Por fin empieza a comprender
dónde se ha metido.
jueves, 8 de agosto de 2013
EL JAGUAR VERDE
Yo tengo un Jaguar verde. Ha estado conmigo
veintiséis años y jamás me ha dado un solo problema. Un día dijo que ya no
andaba más y su motor se paró para siempre. Murió en casa lejos del taller,
igual que hizo mi padre huyendo de los hospitales. Aún sigue ahí donde decidió
morir, a la sombra del sauce de la entrada, y mis hijas juegan dentro haciendo como si lo condujeran a mucha
velocidad imitando el sonido del motor, igual que yo hacía sobre las rodillas
de mi madre en aquellas mañanas de domingo junto al lago.
domingo, 4 de agosto de 2013
SEXO Y PECES
Durante
un par de años viví con una mujer a la que le gustaban mucho los peces. Eso,
unido a que le quedaba un telediario para ingresar en un manicomio, hizo que instalara
un acuario enorme como cabecero de nuestra cama. Y yo, que por entonces estaba
muy enamorado, transigí sin darme cuenta que aquello iba a suponer un desastre
en mi vida sexual.
Se
llamaba Steff, era alemana, y cada vez que hacía el amor con ella, sentía la mirada
de todos aquellos peces clavarse en mi cara. Era como estar haciéndolo frente a
un jurado. Una noche, incapaz de concentrarme, amenacé a Steff: “Los peces o yo”.
Y
aquí estoy, leyendo tranquilo en mi cama sin tener burbujitas resonando detrás de
mi cabeza.
jueves, 1 de agosto de 2013
EL CALCETÍN
Había
estado toda la noche con mis amigos y al final terminé en casa de mi novia. Sus
padres, como cada fin de semana, estaban fuera. Desperté sobresaltado
cuando el sol ya entraba por la ventana. Entonces me vino a la mente la cara de
mi padre y me levanté lo más rápido que me permitió la resaca. Ya con la
camiseta y las bermudas puestas me di cuenta de que me faltaba un calcetín.
Apurado por la hora, estuve un buen rato buscando entre el amasijo de sábanas
mientras mi novia seguía dormida, desnuda y destapada. La di un beso en el culo
y salí corriendo.
Llegué
cuando mi padre estaba programando el riego automático del jardín. Me vio
aparecer y me llamó con un gesto de la mano pidiéndome sigilo para no despertar
a mi madre. Ya frente a él dejó lo que estaba haciendo y me miró de arriba a
abajo. Yo mismo me di cuenta de que mi imagen dejaba mucho que desear. Al ver
que me faltaba un calcetín, mi padre me dijo: “¿No crees que si no te hubieras
puesto el calcetín no me hubiese dado cuenta de que has perdido el otro?”
El
calcetín jamás apareció, no sé si lo perdí antes de llegar a la casa de mi
novia o simplemente salí de casa sin él. A veces entiendo a mi madre cuando me
llama descerebrado.
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