miércoles, 13 de junio de 2012

EL IMPLANTE

La conocí el día que perdí uno de mis implantes dentales. Estaba parado en un semáforo cuando, al mirar por el retrovisor, la vi mientras se marcaba la línea de los labios con un rojo intenso. El sol del atardecer le daba de lado haciendo que su pelo brillara como en un anuncio. Estaba ajena a mi mirada. Era preciosa. El semáforo se puso en verde y la vi cómo tocaba el claxon para que yo arrancara. Lo hice sin ganas, despacito, para poder seguir mirándola un rato más. Por temor a que ella cambiara de carril, aceleré un poco. Justo en el momento en que mi imaginación ya tenía vida propia, el coche de delante paró en seco. Oí ruido de chapa antes de sentir un puñetazo en la cara. Era mi airbag. Ella pasó a mi lado, mirándome como si fuera una atracción de feria. ¿Estás bien?, me dijo. Y yo, sin uno de los dientes delanteros, le dije que sí. Fue una conversación profunda y maravillosa que nunca olvidaré.

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