Me enamoré de ella en un concierto de los Smiths, allá los años, en el paseo de Camoens. Eran las diez y trece de la noche cuando una avalancha la trajo hacia mí. Nos reímos, bailamos y nos besamos. Eran las seis cuarenta y siete de la mañana cuando nuestros taxis se separaron.
Al día siguiente la llamé. Aún hoy, pasados ventitantos años, conservo el billete de metro donde me apuntó su número de teléfono falso.
Me encantaban los Smiths y me encantaba Morrisey. Conste que lo del telefono fue un pecado de juventud, hoy ya apunto el bueno
ResponderEliminarUnnnn, era una arpía.
ResponderEliminar¡Muy bueno!...
ResponderEliminarAy Morrisey ... esas canciones las carga el diablo ¡¡¡
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