lunes, 14 de noviembre de 2011

EL LÁPIZ




Hacía tiempo que no sacaba punta a un lápiz. Ayer le robé un sacapuntas a mi hija pequeña, uno de Mickey, y me dio por ahí. Comencé a darle vueltas al asunto mientras abstraído leía unas páginas que acababa de escribir en la pantalla del ordenador. Terminé las dos tareas a la vez, la lectura y el lápiz. Tan metido estaba en la novela que, cuando me di cuenta, sólo me quedaban escasos dos centímetros de madera en la mano. Fue una vida breve la de ése lápiz, fugaz. Quise entonces rendirle homenaje, de suerte que cogí un post-it y redacté mí testamento. Te lo dejo todo a ti, escribí. Después, lo pegué en el espejo de mi cuarto de baño y me acosté. 
Mi mujer se ha ido a trabajar esta mañana antes que yo. Pegada con celo al lado del post-it, me ha dejado la tarjeta de una psicoanalista amiga suya. 

3 comentarios:

  1. Tajar lápices es una tarea olvidada. Tajar lápices de colores y mezclar las volutas de madera. Ensimismarse, sí, darle vueltas y vueltas, hasta llegar a los dedos.

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  2. Pobre mujer tuya. Y es que lle das unos sustos que para que te cuento. Dejarselo todo a una mina corroída. Que ocurrente. un saludo

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