jueves, 24 de febrero de 2011

EL PAÑUELO


Como cada miércoles, aquella semana fui al concierto de la Fundación. Nunca miro el programa porque me gusta sorprenderme. El Steinway esperaba en el escenario. Con la primera nota ya supe lo que iba a pasar. No me avergüenza decir que, con cierta música, lloro; y con Satie, más. Para mi desgracia, no llevaba Klinex. En eso que la viejecita de al lado, dándose cuenta de mi apuro, me puso discretamente un pañuelo blanco perfectamente doblado sobre mi pierna. La miré  agradecido. Luego me susurró: "No se preocupe, a mi marido le pasaba lo mismo".
Quedé en devolvérselo la semana siguiente. Desde entonces quedamos cada miércoles antes de los conciertos para merendar en la cafetería de la Fundación. Yo la dejo hablar y ella no para de contarme cosas de su marido y de sus viajes por Europa en los 50.
Hoy estoy triste porque ayer no vino. Es la primera vez que me falla. El concierto, la verdad, no me gustó.

6 comentarios:

  1. ...la compañía, siempre la compañía...

    ResponderEliminar
  2. Claro, es que hay cosas que no son lo mismo cuando cambia el que tienes al lado o ese que estaba no está, pero es ley de vida. La semana que viene ve un poco antes, igual te está esperando.

    ResponderEliminar
  3. y el piano te suena mejor, aunque no sea un steinberg

    ResponderEliminar
  4. ... es que la compañía ¡que cosa! Buen relato, concreto, afinado. Te sigo desde ahora.
    Te invito a conocer mis blogs.
    Un saludo desde Ciudad de Buenos Aires

    ResponderEliminar
  5. He sentido un ligero escalofrío cuando he leído que faltó a la cita.
    Es una historia muy bella, a veces la vida nos hace esos pequeños regalos.

    ResponderEliminar
  6. Muy bonito. Un encuentro envidiable.

    http://silviaag.blogspot.com/

    ResponderEliminar